Pablo Gutiérrez de Cabiedes | 22 de octubre de 2020
Ante un golpe como el que está en marcha contra España, su existencia y su Estado de derecho, solo cabe estar de un lado, votando la censura a este Gobierno.
El marco conceptual, político -¡«moral»!-, siempre estratégicamente fijado -impuesto- por la izquierda y la ultraizquierda, nos dice que esta moción «no tiene sentido»; lo cual es repetido por cierta parte del centro derecha, sea por la ya acostumbrada tendencia a asumir ese «marco» o sea por estrategia insincera, al no ser ellos quienes la presentaron, cuando debían y cuando lo han hecho otros, mientras piden a esos otros (Vox) una «unidad» del centro derecha que no ejercen, ni siquiera en situación tan grave como esta.
Veamos sintéticamente los sofismas esgrimidos sobre la moción, como motivos para no apoyarla:
¿Alguna la ha estado en grado más superlativo que esta? ¿Ha existido en algún momento de nuestra democracia un Gobierno peor? ¿Y -además- en un momento peor? ¿En alguna se estaba produciendo un ataque tan manifiesto, grave, continuado y eficaz al Estado de derecho, a la Constitución, al rey y a la Justicia? ¿Y una más descomunal destrucción económica y social?
¿Alguien con algo de memoria, dignidad y vergüenza torera se atreve a sostener que alguna de las presentadas en la historia de nuestra democracia no lo estaba? Solo una, de las cinco, la de Pedro Sánchez, tenía alguna remota posibilidad, e incluso en ella era todo menos seguro que prosperara.
¿Alguien no interesado desde siglas partidistas se cree que este mecanismo excepcional que permite poner el foco, monográfico y destacado, en hacer un repaso y censura exhaustiva a la ineptitud, falsedad y corrupción de un Gobierno, le puede «beneficiar» a este Gobierno? (al margen del resultado cuantitativo). ¿Por qué entonces dice José Luis Ábalos, con voz grave, «pedimos a Casado que sea valiente ante la ultraderecha, le exigimos que vote no, junto al resto de fuerzas democráticas»? (¿hace falta recordar quién es Ábalos y en qué estaba implicado antes de estallar la COVID?). Esas fuerzas, democráticas, a diferencia de Vox, son Bildu (que no condena el secuestro y tiro en la nuca de ETA), los comunistas y podemitas (que hacen lo propio con las agresiones y el acoso o ven un acto de valentía patear a policías en el suelo) y los separatistas (que se sienten, cual casta privilegiada -corrupta-, por encima de la legalidad democrática constitucional y de los Tribunales).
¿Alguien duda de que, si hubiera sido el PP quien hubiera presentado la moción de censura, Vox la habría apoyado? Como, por lo demás, lo apoya en los Gobiernos donde ha sido posible y necesario sumar, ante la alternativa existente. Es más, incluso comprando esta premisa, ¿algo de lo que hace cualquier partido no es para poner de manifiesto su utilidad?
Son, mucho más, motivos no plenamente confesables, sean «sobreentendidos» o interesados (de propiedad, de sigla), los que han llevado a estar debatiéndose por el sentido del voto en la moción: de forma palmaria lo ha confesado Alberto Núñez Feijóo: «No es nuestra moción de censura». Negro sobre blanco. Los mismos motivos que llevan incluso a cierta gente de centro derecha a ocultar, silenciar y distorsionar cada propuesta e iniciativa de Vox, e incluso atribuirla a otros; y a otra (de izquierda), a adjetivar cada referencia a Vox con algún sambenito tremebundo, metido con calzador, que, por supuesto, no ven ni aluden respecto de filoetarras, golpistas y comunistas (que integran o apoyan al Gobierno… ¡de España!).
¿No es VOX quien está sufriendo las agresiones, las amenazas y la coacción en sus actos y personas? ¿No terminan las concentraciones promovidas por Vox con asistentes y familias retirándose de forma exquisitamente cívica, y las de los socios del Gobierno -surrealista y patéticamente autodenominados «antifascistas»- con destrozos y violencia?
Me parece que no cabe tragarse que lo que no «refuerza a Sánchez» es … votar con Sánchez y sus socios y/o no censurar a su Gobierno. Piénsenlo en la hondura y sinceridad de la conciencia aquellos a quienes pueda agradar más o menos algunos énfasis o enfoques de Vox. Por cierto, así lo han defendido Esperanza Aguirre o Cayetana Álvarez de Toledo (la líder del PP que ha sido más crítica con Vox, como ella misma recuerda), dos de las ‘lideresas’ más temidas por la izquierda (en realidad, objeto de su odio, de genealogía marxista) (y, porque, a diferencia de la derecha, el odio acompaña al ADN cultural –«moral»- de la izquierda). Y así lo expresa, en realidad, además, la abrumadora mayoría del electorado del centro derecha.
«Esta moción de censura ha sido ya útil como procedimiento de dinamización de la vida política, como fórmula de creación de una ilusión colectiva que ha terminado con el mito del desencanto político». ¿Quién de Vox ha dicho estas palabras? Alfonso Guerra (en la moción del PSOE que se dirigía al «fracaso»). «Nosotros, desde nuestra responsabilidad, hemos tratado de hacer una oferta, que es lógico que algunos no comprendan, de respuesta a los problemas de nuestro país» ¿Y estas? Felipe González (que ganaría poco después las elecciones generales). Ambos, entre otros, por cierto, abominan, de forma más o menos discreta, la deriva chavista y sin escrúpulos de Sánchez con Iglesias, que gobiernan España con los que la odian y quieren sin tapujos liquidarla.
Ante un golpe como el que está en marcha, contra España, su existencia y su Estado de derecho (-símbolo de su unidad y permanencia- la monarquía parlamentaria, la división de poderes, sus instituciones, derechos y libertades públicas), solo cabe estar de un lado, votando la censura a este Gobierno sociocomunista y demostrando que se está dispuesto a poner todos los medios al alcance legal para articular soluciones y una alternativa. Con generosidad. Con altura de miras. Con sentido de Estado. Por quienes nos precedieron. Por aquellos a quienes deberemos legar algún futuro. Con amor a España. Al servicio del bien común.
El porvenir de la moción de censura no está en Santiago Abascal, está en Pablo Casado. Si su disposición regeneradora resulta convincente, personificará el liderazgo que el constitucionalismo aglutinante y moderado precisa para dirigir el timón hacia la reconstrucción.
PSOE y Podemos pretenden reformar la elección de los jueces del Consejo General del Poder Judicial con una ley anticonstitucional, antidemocrática y, por ende, antieuropea.